viernes, marzo 09, 2012
domingo, septiembre 18, 2011
SPQR
Para todos los que no conocen no porque olvidaran, sino porque no estuvieron; para todos los que piensan que el sol siempre se ha visto desde detrás de los cristales; para todos los que ignoran el olor de la arena ensangrentada, de las anguilas, olivos y cipreses; para quienes la muerte no es más que un contratiempo oculto tras una cortina y la maldad es una consecuencia del miedo... Para los que no buscan la soledad y nunca han necesitado correr para salvar la vida...
... No tenemos nada que deciros.
domingo, marzo 20, 2011

Para todo aquel que nos vea acercarnos al edificio azul: es por la tarde y la barandilla herrumbrosa late con la misma tarde umbría, tras acercarse el perro de los vecinos, ladrando mecheros y gasolina. Ayúdanos a cruzar despacio la verja con todo lo que ello supone en términos de merienda, tableros y esperas. Tennos en cuenta a la hora de los hombres, cuando no seamos más lo que somos. Lo que en realidad estamos buscando no es más de lo que decimos. Tenemos la esperanza de más tardes como esta, si ello no es inconveniente. Tenemos todo lo que se supone que debemos tener, excepto la conciencia. Somos exactamente lo que parece tras la ventana. Dennos por tanto todo lo que pidamos, pues honramos los timbres, la siesta y los cubos de hielo. El otoño se distingue de la primavera en que tiene más prisa. Avancemos sin precaución desplazando piedras, mirando sumideros, manchando la suela de las zapatillas. Tengamos la misma prepotencia que ayer. Digamos lo que por la mañana callamos. Cerremos las manos a todo aquel que nos pida lo que no debe y demos sonrientes lo que no se nos dice. Sentémonos a esperar la noche con prisa, nerviosos. Y ahora que no somos ya niños, sigamos haciendo todo esto sin ninguna melancolía, con la misma seriedad con que lo hacíamos. Llama sin parar al portero automático, aunque ya te haya oído. Da golpes a mi puerta con impaciencia, grita mi nombre para que todos puedan oírlo, mientras tiras piedras al coche de los vecinos, sin mirar si se ha manchado de tierra el extremo de la falda, el bajo de los pantalones, la rueda de la bicicleta, la planta desnuda del pie sobre la hierba. Tengo doce, quince, veinticuatro, treinta años... Y volveré a tener los mismos que vosotros, todos, me disteis.
Y ahora, emprendamos el camino de vuelta, solos.
lunes, noviembre 29, 2010
Cuento incompleto y terminado
La panadería vendía pan de pueblo, baguettes (pan de ciudad, vaya), unos bollos redondos, duros por fuera y de miga poco apretada por dentro, y unos pequeños cruasanes rellenos de dos tipos: con tortilla y con salchicha. Por alguna razón inexplicable jamás se les ocurrió hacer cruasanes dulces, sin relleno. Los niños además compraban medias lunas, o así las llamaban ellos, que eran en realidad semicírculos cubiertos de chocolate y con crema pastelera en el borde recto. Se las comían con fruición y como si fuera un ritual propio de la media tarde, sin el cual casi no podría anochecer ese día. La pastelería era el verdadero centro espiritual del pueblo, el núcleo del que emanaba toda felicidad cotidiana, alimento físico y espiritual de la comunidad despreocupada e inocente en la que se enmarcaba. La dueña de la pastelería era tan prudentemente simpática que podría confundirse con boba: decía siempre «buenos días» con el mismo tono y cadencia que el timbre de la puerta cuando era abierta por un nuevo cliente. Por alguna extraña razón, todo aquel que pasaba por primera vez la puerta del local tenía la incómoda y triste sensación de que aquella mujer en apariencia completamente normal moriría pronto.
Uno de los vecinos que frecuentaban la pastelería era un señor de unos cuarenta y cinco años, con bigote y gafas redondas, gordo, siempre vestido con un traje con apariencia de no ser ni muy bueno ni muy barato, con un maletín que causaba la misma impresión que el traje y con aspecto de dirigirse con premura a algún asunto sin la menor importancia. Era de esos señores que aparentan tener una vida intrascendente y pobre pero sin darse cuenta de ello, con lo que uno no sabe muy bien si es o no un pobre hombre, en la medida en que de no saberlo él difícilmente podrá serlo. De esos señores que un día se mueren y ya está, sin que el mundo sufra un mínimo cambio. Compraba en la pastelería uno de esos bollos redondos y blandos rellenos de nata, la cual a veces se le quedaba colgando del bigote, lo que hacía aun más ridícula su pretendida seriedad. Nadie sabía qué hacía solo en su casa cuando llegaba al anochecer, pero no era difícil imaginárselo comiendo frutos secos en pijama y bata, sentado en un sofá descolorido, mientras ponen en televisión algún concurso estúpido con una ruleta que da vueltas.
No eran los únicos personajes y lugares del pueblo en el que vivía Antonio, quien sin tener aun diez años ya era consciente de que todo cuanto existía había sido creado para él, de modo que cuando algún día desapareciese todo lo haría también. Menos, quizá, el pequeño perro marrón que deambulaba por el barrio mendigando siempre alguna miga y que tenía aspecto de tener, por lo menos, cincuenta o sesenta años. Se llamaba Toby y nadie nunca le puso ese nombre, que se sepa.
miércoles, noviembre 24, 2010
Nunca
La vida, su vida, dejaba de tener sentido en ese momento y para siempre. Nunca había existido y, si lo había hecho, era completamente intrascendente. El trascurso de ella que tan largo parecía desde dentro era ahora, desde la puerta de salida y echando la vista atrás, un soplo en el torbellino del universo, que seguiría con toda seguridad girando sin él, eternamente o quizá no.
Ni él ni los suyos tenían importancia. No sentía pena ni alegría, dolor ni placer, ni siquiera descanso o indiferencia. Sentía un frío lejano, un frío de huesos y cajas metálicas, una necesidad en el estómago que recordaba de manera lejana al hambre del vivo, pero ya en una persona muerta. Sentía frío y un horrible sabor en la boca que, en su semiinconsciencia, temía conservar incluso después del trance.
Se sentía como un niño entrando, desamparado y completamente solo, en un terreno desconocido. Si alguna vez dudó de la existencia de algo tras la muerte, tenía en ese momento la total y absoluta certeza de la nada que le esperaba, porque ya en ese momento no era nada, simplemente un acabamiento, una agonía. No había sitio ni tiempo en ninguna parte para él, que ya había comenzado a dejar de ser él.
Por un momento volvió a tener un sentimiento familiar, humano, de los que habría tenido en vida: una suerte de orgullo por la manera relativamente digna en que afrontaba esta ya definitivamente desgracia sin paliativos. Fue solo por un momento, antes de adentrarse en una nueva profundidad de las varias en que gradualmente se sumiría. Ya no podía ni podría saberlo, pero lo eterno no es la muerte, sino los segundos previos y, por extensión, la vida.
viernes, noviembre 19, 2010
Sobremesa
miércoles, septiembre 15, 2010
jueves, septiembre 02, 2010
A letter
A que no eres capaz de decirme de qué color es la ciudad cuando faltan minutos para que se apague la última farola de la mañana. Cuando los carritos de supermercado hacen equilibrios sobre el borde de la acera. Cuando los autobuses van vacíos y te sientas en la parte trasera, frente a un asiento con un periódico medio cayéndose. Cuando en la sala de espera de las estaciones solo hay dos o tres personas dormidas y acaso alguna mirando sin fijeza. Cuando las sombras se mueven despacio. Cuando el río tiene exactamente el mismo color que el cielo y que los edificios fríos. ¿Es verde? ¿Es azul? Es azul. Es azul como la sensación de cuerpo helado en la mañana cruzando una calle sin coches. Azul como sólo puede serlo un domingo de otoño tras una noche de verano. Total y decididamente azul, que elimina toda importancia del resto de días por vivir y tiñe los recuerdos con indiferencia. Once upon a time you looked so fine. Una vez te vestiste de domingo, de frío, de otoño, de ciudad aun no despierta por la que pasear la añoranza de otros días como este, con la certeza de que no será el último, pero sí uno de los últimos. En la cocina, platos vacíos, agua cristalina, cajas de cereales abiertos. En el porche, hojas. Los perros aun duermen. Los gatos siguen exactamente tan desconfiados como siempre. It is crazy what you could have had. No hay nada mejor que estar solo, observando la ausencia de colores de la mañana de un domingo de otoño, pensando en toda la gente que no sabe que estás ahí, solo, cruzando a metros de un paso de peatones en una calle sin tráfico, entre edificios altos, azules y fríos. Te invito a unos bollos en esa panadería que está a punto de abrir, sentados frente a la ventana viendo pasar al camión de los periódicos, mientras nadie a esta hora observa el río. Te invito a un paseo por el aparcamiento vacío de un hipermercado, antes de que abran las gasolineras. Te ofrezco todo lo que no tengo de esta ciudad, de estos edificios, de todas las líneas telefónicas y programas de radio. I heard you solemn-sweet pipes of the organ…
Over me. Con fluidez. Aquí vamos de nuevo. It pulls us near.
domingo, julio 04, 2010
El enigma
El último hombre, el único hombre podía cambiar el punto de vista y mirar, desde una gran plaza con una solitaria e inmensa estatua en su centro que proyectaba su sombra alargada y crespuscular en el suelo ocre, el horizonte en el que se recortaba la silueta del tren avanzando contra el poniente, el tren que seguiría recorriendo indefinidamente los caminos trazados por quienes estuvieron y no volverán, visitando los restos eternos de la civilización, recuerdo sin destinatario de la vida (y la muerte) que, extraña, rara y breve, existió una vez en el universo.
El sol seguiría saliendo día tras día, iluminando campos, estatuas y columnas, postes y torres, y poniéndose cada tarde sobre la tierra en su silencio sólo roto, en lontananza, por el silbido ocasional del ferrocarril vacío en su viaje sin rumbo. El mismo sol que alumbró la infancia de los hombres creadores de estatuas.
sábado, marzo 20, 2010
El sol verde

Corriendo sobre la hierba, el sol amarillo encima como una galleta de media tarde, el viento en la hierba y las hojas, el cabello en el viento y las gotas de sudor incoloras e inodoras, limpias como diamantes. Nada negro en el horizonte, todo azul, verde y jazmín como las notas arrancadas de una guitarra con la paciencia, delicadeza y amor de quien prepara la comida para su perro. La juventud era exactamente aquel tiempo, al principio de los tiempos, en que al mundo le quedaban muchos miles de años más por delante de los que ya habían trascurrido. El tiempo en que se podía gritar y obtener respuesta en forma de sonrisa orgullosa y cruel de cuanto había alrededor, el tiempo en que había más cachorros que animales moribundos. Un instante absolutamente eterno, lleno de sí mismo, rebosante en su plenitud, sin necesidad de cariño, compañía, compasión o frases hechas. La luz de toda luz que sólo se ilumina a sí misma y por eso ilumina a todo lo demás más que cualquier otra luz. El dios que no pide fe, buenos actos o resignación; el dios que no pide nada porque nada tiene y nada quiere más que a sí mismo, y que por ello refulge más que cualquier otro dios. La voluntad de poder, de ser, de ser y de nada más que ser y poder. Todo en sí mismo, abarcando todo porque nada más hay fuera de sí. El cuello, los brazos, la delgadez fibrosa e insultante, la frescura y espontaneidad de la sagrada ignorancia de todo lo que hay que ignorar. El agua brillando sobre la piel al sol, quemando sin piedad los ojos de quien ya simplemente puede mirar.
miércoles, agosto 05, 2009
El lobo
Se trataba de un señor, en esencia, gris. Gris por fuera y gris por dentro. En cuerpo y alma. En fondo y forma. En sí mismo y a ojos de los demás. Gris como un lobo malherido, agonizante a metros de un camino, que ya haya perdido toda la dignidad propia de su naturaleza. Un hombre con un pasado difuso, un presente incierto y un futuro malgastado ya de antemano. Uno de esos hombres que, aun físicamente aceptables y razonablemente jóvenes, alejan a las mujeres anhelantes de un macho seguro de sí mismo, potente y orgulloso, competente protector de la prole y confortable cobijo de la fémina en los días en que no le apetezca jugar a las ejecutivas-asexuadas-indiferentemente-provocadoras. No, este no era un macho alfa; como mucho, el lobo solitario que de vez en cuando se queda con las crías cuando la manada tiene que hacer cosas de más interés, dejándolas a su cargo no sin alguna mirada de reojo al inicio de la partida.
En su recorrido habitual, en el que por cierto sólo se fijaba de noche aunque lo recorriese a diario en sentido inverso también por las mañanas, pasaba siempre frente a una tienda de muebles, tiendas estas que nunca dejan indiferente a nadie: ni a las parejas o familias porque ven en ellas una confirmación a su proyecto común, ni a los desgraciados como el hombre gris porque piensan al verlas en las familias y las parejas. No solía atender a los artículos del escaparate (no sería capaz, ni con los años, de decir un solo mueble que estuviese expuesto), tan solo se quedaba en su retina aquella luz blanca del interior, en medio de la noche, que permanecía así hasta la mañana siguiente mientras las luces del edificio, más arriba, se irían apagando una tras otras pocas horas más tarde.
Una noche como cualquier otra, pasando por ese mismo punto, vio en el escalón de la puerta algo que le llamó la atención. Era un perro. Estaba echado, enroscado sobre sí mismo, sucio y con clara apariencia de estar abandonado, aunque no parecía herido. No sin antes asegurarse de que nadie pasaba por allí, el hombre se paró unos segundos a escasos metros del perro, mirándolo sin poder apartar sus ojos de aquella figura. La escena se repitió desde aquella vez noche tras noche, a la luz de un par de farolas y de la propia tienda. El perro ya parecía reconocerle, aunque no hacía ninguna señal, ni de contento ni de disgusto.
Durante el día, el hombre pasó de no pensar en nada, lo habitual en él, a esperar con ansia el regreso a casa para ver al perro. Incluso un día, armándose de valor, se llevó algo de comida de lata para, a la vuelta, dársela al nuevo objeto principal de su existencia (él mismo también era consciente de esta realidad, pero no parecía importarle demasiado). El perro la aceptó, con la misma desgana con que actuaba siempre, y el rito se repitió desde entonces.
Una noche como otra cualquiera, en que iba con la ración de comida acostumbrada, el hombre llegó a la tienda y no vio al perro. En su lugar, exactamente en el mismo sitio, se encontraba ahora un hombre. Un indigente, sucio y harapiento, seguramente borracho e inconsciente, con los ojos entornados. El hombre gris quedó petrificado. De pie, continuó mirando a aquel extraño, sin importar por una vez que pasara gente a su alrededor que pudiese verle. Estuvo así mucho rato, respirando de manera entrecortada, con las fosas nasales muy abiertas y las muelas apretadas, en la mano la bolsita con el regalo diario. Se movió involuntariamente, de la misma manera en que se paró. Tiró la bolsa al primer contenedor que se encontró y se encaminó casi corriendo a casa. Cerró la puerta tras de sí y volvió a permanecer de pie, con la luz encendida, mirando a la nada, durante varios minutos. Afuera hacía una noche despejada, pese a lo cual salió de casa con su paraguas largo de empuñadura de madera. Se dirigió a zancadas a la tienda. Ya no había apenas nadie en la calle. El mendigo seguía allí, con un ojo completamente cerrado y el otro entornado sin dar la sensación de percibir nada, como alguien que está mitad muerto y mitad dormido.
Los primeros golpes fueron de rabia. Los últimos fueron precisos y exactos. Tiró el paraguas al mismo contenedor que la bolsa y se fue a casa, acostándose con su traje barato puesto. El perro volvió al lugar algunas veces más hasta que cambió de idea o lo atropelló algún coche, quién sabe.
El disparo
No hay nada que indique que esto vaya a cambiar algún día, sólo veo margen para que empeore y creo que ya es crónico, si no lo ha sido siempre. ¿Sabes qué? Ahora lo tengo claro. Hay que hacer algo realmente grande, me da igual en qué sentido. Me es igual una gran obra que una enorme crueldad, sólo quiero ser capaz de hacer lo mejor o lo peor, o ambas cosas, pero poner fin de una vez por todas a tanta tibieza. Y quiero también que, por una vez, de mis actos deriven consecuencias igualmente extremas; prefiero una horca o un paredón a una tortura china de pequeñas gotitas, una detrás de otra siempre con la misma frecuencia, siempre, como ha sido siempre en mi vida, cada gota inofensiva pero minando todas juntas mi existencia, mi tiempo y mis esperanzas.
Comprenderás por tanto que esté haciendo esto. Por supuesto que no tengo nada contra ti, es simple casualidad, mala suerte. En una película habría un giro en el último momento: alguien (el bueno) vendría y te salvaría y a mí me daría mi merecido. Pero eso no va a pasar y tampoco quiero ser cruel, sólo divagaba.
Lo siento. Adiós…
lunes, agosto 03, 2009
Vacuus
viernes, julio 10, 2009
De todo un poco

viernes, junio 05, 2009
Llaman al portero automático
Y resulta que no parece que todo esté perdido, así de cruel puede ser la vida. Un relámpago, un trueno; un relámpago, un trueno; un rayo, un trueno. Gotas grandes y viento húmedo y unos niños jugando a fútbol en un patio privado, hundiendo las zapatillas en la hierba mojada y fresca. En el edificio de encima, en la cuarta planta, un hombre se pone una camisa y una americana sin enterarse de qué va la historia.
Entérate
Lo hacía para armarse de valor, pero sólo consiguió darse cuenta de que nunca había querido a nadie.
lunes, abril 20, 2009
No habrá más junios
martes, abril 14, 2009
Horizontal
Uno al fin, sonando.
Uno al fin, yéndose.
Dos, tres, cuatro, fríos, mirando.
Uno, yéndose.
Uno, dos. Solo dos.
Un hombre. Todos. Ninguno.
Todo. Nada.
El sol, más arriba.
miércoles, febrero 18, 2009
Encuesta
2. ¿A qué edad aprendió a nadar? ¿Culpa a sus padres por ello?
3. ¿Cree que tener dinero es difícil? Si la respuesta es afirmativa, ¿a qué cree que se debe su error?
4. ¿Le gustan más las rubias o los chicles?
5. ¿Se define de izquierdas, de derechas, de centro o extremeño?
6. ¿Cuál es su programa preferido después de «Saber y ganar»?
7. ¿Odia usted a los madrileños? Sí, ¿verdad?
8. ¿Es de los que de niños les ponían nombre a sus bicicletas?
9. Si tuviese que comer algo con ajiaceite (alioli), ¿qué sería?
10. ¿Le ha parecido útil esta encuesta?
11. No, eso era todo. Ya no hay más preguntas.
lunes, febrero 16, 2009
Anónimo
martes, enero 20, 2009
Tardes y noches, tardes y noches (continuación y fin)
domingo, enero 18, 2009
Tardes y noches, tardes y noches
miércoles, diciembre 10, 2008
Invierno
Dulce, otoño, tarde, agua, Lisboa, luz.
Piano, tarde, luz, oficina, invierno, lluvia.
Piel, paisaje, tren, soledad, espera, invierno.
Ahora es imposible imaginar la primavera.
jueves, diciembre 04, 2008
Reserva
martes, noviembre 25, 2008
Islas
Al cabo de un tiempo de escudriñar la otra isla y su montaña le pareció ver algo extraño en su cima. Parecía un pequeño bulto que se movía casi imperceptiblemente, pero no como las hojas y ramas de alrededor mecidas por el viento. Semejaba… Pero no, no podía ser.
Siguió mirando aquel extraño objeto, cada vez más angustiado. Sí, era como si moviese…, como si moviese la cabeza. Era como un ser humano, sentado como él, como él mirando la otra isla. Ahora sí podía decírselo a sí mismo: aquello en la cima de la montaña era un hombre.
De repente pudo ver cómo movía de nuevo la cabeza y supo que en ese instante, y por primera vez, aquel hombre le había visto. Ahora clavaba su mirada en él, tapándose con su mano la luz del sol para ver con detalle. El extraño fue incorporándose, lentamente, sin dejar de observarle. Permaneció incorporado un momento y, cuando pareció que se había asegurado de su presencia, volvió a sentarse muy despacio. Unos segundos después se incorporó de nuevo, dio media vuelta y se sentó de espaldas a la isla gemela, mirando hacia el mar que antes tenía atrás.
miércoles, noviembre 05, 2008
Y Nueva Orleans
La vida se celebra a sí misma en la boca de la negra vieja sin dientes.
El aire en la calle es denso como las alcobas de viudas sin nietos.
Los coches son largos y el horizonte amplio.
Y todos los días son mañanas de domingo.
Y las tardes saben a la última tarde.
Aquí no hay lugar para orquestas ni arquitectura clásica, pero están y son naturales como la basura tirada en mitad de la carretera. Paganismo que es misa sin fin, con órganos resonando por las vidrieras de las calles. Sin ilusos que piensen vivir para siempre.
miércoles, octubre 29, 2008
You see - epitafio - Long Island - genuflexión
El narrador no pudo continuar porque murió en ese instante. El piano sonó y la tarde siguió cayendo. Al día siguiente volvió a salir el sol y él no lo vio. Ni al siguiente, ni al otro. El piano sonaba dentro del ataúd y no lo escuchaba.
No pasa nada. También murió Walt Whitman y el que viajó para ver su tumba. Y lo hará quien tengo ahora a mi lado.
Sólo está muerto quien dejó de vivir hace poco.
Y empieza, de nuevo, la melodía.
martes, octubre 28, 2008
Síntesis o vita brevis
jueves, octubre 23, 2008
Eh, tú; fuera
Mis letras son tan mentira como mis actos y aun menos honestas, porque no se exponen a consecuencias. No tiene mérito gritar a los de abajo cómo han de torear.
- Pero, ¿cuál es y dónde está mi toro?
- No. La pregunta es: ¿estás ya vestido de luces?
miércoles, octubre 22, 2008
Las horas
No hace mucho pensé que podría empezar de cero; no era lo suficientemente viejo. Ahora sé que para recordar algo es necesario perderlo. Me he quitado el traje y he mirado a la cara al niño que corría hacia mí gritando «eres tú, oh sí, tú» y entonces te he visto a ti y a ellos y a todos en medio de playas, de plazas, de campos, de cielos, entre bocadillos envueltos en papel de plata y cantimploras de agua que sí desemboca.
No, no reniego de mí. Pero a veces me sonrío con indulgente ternura, como una madre que llama a merendar desde la ventana. Seguiré acumulando trazos de mí mismo hasta la última ráfaga de aire, hasta que la grúa se lleve el coche debajo del cual siempre van a parar todas las pelotas extraviadas.
lunes, octubre 20, 2008
La primera vez pensó que era la última y lo fue
Un refugio lo es cuando no se habita permanentemente y no se puede amar a quien nunca has visto aburrirse. La locura solo acecha de día y a quien jamás ha comprado un periódico. ¿Tenía mujer el hombre del saco?
Reacciona, me dijo. Pero nadie me dijo nunca que estaba mejor callado, aunque siempre lo sospeché. Dijo, cariño, salgo a comprar croquetas (ultracongeladas); nunca más volvió a la misma hora.
¿Es mejor esto que hacer alguna tontería? Supongo. ¿Tiene algún sentido esto que digo? También. ¿Me amarías tal como era si te dijera que lo fui? Te creería, pero no.
Pues adiós, entonces. Seguiré caminando por tierras duras que borran las pisadas poniendo cuidado en no meter el pie en huellas de otros. Igual me muero de hambre, frío, soledad y recuerdos pero, por más que ahora me pese, la culpa no habrá sido tuya.
miércoles, octubre 15, 2008
miércoles, septiembre 17, 2008
Sencillo
A veces, como hoy, tengo sed. Me gustaría que el agua siempre fuese azul para pensar en todos los ojos azules y grises y verdes y claros cuando la bebiese.
Me gustan los dedos. Me gusta que sean finos y alargados. No me gustarían tanto si fuesen redondos o si no tuvieran huesos.
A veces pienso que la gente me gustaría más si fuese más delgada y alta, más etérea y frágil, como las figuras de El Greco, pero luego pienso que no.
Me gusta el azul y más cuando es gris. Y el gris cuando es azul.
Me gusta… (esto no lo leas).
A veces cojo menos de treinta pequeños símbolos y los ordeno y entonces escribo.
martes, septiembre 16, 2008
Oye...
El mar
En el mar no hay carpas porque son animales de espíritu pesado. En el mar sólo hay animales despreocupados, ligeros; las carpas no saben bailar y no soportarían ver a las sardinas, que están más en forma. Los animales marinos no tienen miedo a morir, porque saben de dónde vienen y de tanto moverse saben que no van a ningún lado.
Si se tirase una carpa en medio del mar, del siempre en movimiento mar, no iría de un lado a otro, sino que se partiría en pedazos que arrastrarían las corrientes, porque no es flexible, y las sardinas y peces voladores se reirían de la ridícula dignidad de su muerte. Quizá solo la llorase alguna provinciana en top-less desde la orilla.
jueves, septiembre 11, 2008
Tan lejos, tan cerca (parte enésima)
Llevo el carrito. Frío, también. Se deja llevar porque el suelo es liso. Es liso y limpio como si acabase de deshelarse. Como si las luces halógenas del techo fuesen enfriando y descongelando todo a la vez. Huele bien porque no huele. Se está bien porque hace frío. Se está bien porque no estoy. Y dejo esto porque me voy.
viernes, agosto 08, 2008
Vete
Yo vivía. Y tú no estabas. Tú vivías y yo no estaba. Tú tenías ciudades con grises, colegios, programas de televisión con canciones nocturnas, peluches de noches blancas y hermanas con olor a pan y a leche agria algunos días. Y yo no estaba. Yo tenía perros vagabundos, monedas deslizantes, complejos de verano y sexo solapado por bañadores de flores. Y el viento. Y tú no, no estabas.
Nacías conmigo aún muerto, rebotando contra un mundo finito, ligeramente recordado tras la nada, nuevo en la medida en que no existirá para siempre, o no al menos una sola vez. Llegaste antes, eso es todo. Soy nuevo en esto de vivir y simplemente recuerdo mejor que tú lo que no era antes de ser. Un día te dije que te quería.
Hoy tengo cables rodeando mi mesa, blanca como la primera sábana de tu cuna. El mundo está bien y Dios existe; la prueba es que hace mucho tiempo no sabías hablar. Mírate ahora: eres toda una casa en ti misma y pones y quitas cortinas a tu antojo. Todo estaba bien hasta que me reconociste.
Sí, eso es. Al fin lo entendiste.
miércoles, julio 16, 2008
Frases sueltas
Se durmió muerto y acatarrado.
Compra churros para que pueda mojarlos.
Si no me hablas, te comeré.
Sé perfectamente qué es un perro.
Tú sí que eres un buen trofeo.
¿No te puedes dormir? Sopla.
Adiós, coge tú el testigo.
A la marea, mi señor.
A mis padres los mató un rayo.
Ora pro nobis, por qué no.
Líbranos de ti.
Por treinta monedas rompo mi espejo.
Lo sacrifiqué después de ensillarlo.
Yo era creyente y de letras.
El mar no me ve desde hace catorce años.
Y varios veranos.
Hoy siento que peso más que el suelo.
Me caí.
El jefe, sujeto sin predicado.
RICS naranja escribe fino.
Un RICS normal mira «Cristal».
Adiós sin el corazón (con el asma no puedo).
…
Silencio.
Se les han muerto como del rayo.
¿Dónde estabas?
Adiós.
martes, julio 15, 2008
La tierra ocaso
lunes, julio 14, 2008
Más fuerte
jueves, julio 03, 2008
A las cuatro
Hay un río en el Atlántico con montes de noche transilvana donde flotan bolas de nieve y cintas de regalo. Ese río lleva casas y calles desiertas con ecos de ronquidos de muertos próximos. Es un río entre sueños de olores y melodías, entre recuerdos de familiares y tierras secas.
Hay un aire de cielos grises y misas y monedas, de azules vírgenes y naranjas vivos, de verdes como sábanas de siestas de tormenta. Y hay hojas que caen sobre marquesinas y plantas, cubriendo de barro los crucifijos más negros.
miércoles, julio 02, 2008
De la ciudad pequeña
De labios sin pintura, de dedos sin mejillas, de faldas sin viento, de tobillos sin tacones, de bolsos sin bolígrafos, de macetas sin colonia, de perros sin miedo, de gatos sin historia.
De la noche que era tarde para jugar porque ya era de noche y era tarde y las manos se rompían y aquel niño decía adiós con la mano desde la ventana porque era tarde y no se veía el sol ni saldría el sol al día siguiente porque no habría sol. Y sí hubo sol, aunque ya no, porque la ciudad pequeña no me siguió.
miércoles, junio 25, 2008
Blanco
viernes, junio 20, 2008
Cambio de ciclo
Sin estío
miércoles, junio 04, 2008
Composición y grito del arco iris
Moqueta, sprinkler y luna.
Tacón, perfume y halógeno.
La escala colapsa.
lunes, junio 02, 2008
Eucaristía
sábado, mayo 10, 2008
La salamanquesa y la pantera
sábado, abril 26, 2008
De durantes
viernes, marzo 21, 2008
Yo
domingo, marzo 02, 2008
El espíritu de Elvir

viernes, febrero 22, 2008
Doña Concepción
Pikachu en las alturas o el bollycao de las cinco

Y no sé qué más, la verdad.
domingo, febrero 10, 2008
domingo, febrero 03, 2008
La canción fría

domingo, enero 06, 2008
Eterno retorno (Parte II)

lunes, diciembre 31, 2007
Ámbar

sábado, diciembre 29, 2007
Sigue buscando
jueves, diciembre 27, 2007
Lejos
domingo, diciembre 16, 2007
sábado, diciembre 15, 2007
Noche
viernes, diciembre 07, 2007
Espera
jueves, diciembre 06, 2007
Informe Sr. X - 2007

De manera global, debemos decir que la vida del Sr. X se ha enmarcado también en este año en la senda de continuidad comenzada hace ya varios ejercicios, sin que sea posible constatar cambios positivos o negativos de excesiva significación. No sería ya aventurado sugerir sin ambages que nos encontramos en un estancamiento que, cuanto más se prolongue en el tiempo, más se anclará en un hipotético punto de equilibrio permanente. Si bien esto puede parecer incluso deseable, la experiencia de tantos otros casos nos demuestra que pequeñas perturbaciones en dichas situaciones desembocan en bruscos "shocks" y desajustes posteriormente difíciles de controlar. Permitiéndoseme el símil, el efecto de la caída de una pequeña piedra es mayor en un estanque que en un río.
La tasa de trascendencia del Sr. X, expresada como el cociente de la cantidad de sucesos acontecidos de alguna importancia entre el número total de días, continúa en los bajos niveles registrados en años precedentes, sin llegar aún a valores que puedan hacernos preocupar en exceso. En la misma línea se sitúan los sucesivos índices mensuales de afectividad que, como ya sabemos, suelen ser inversamente proporcionales a aquellos de melancolía, como revelan los datos también en esta ocasión. Hemos de recordar que los valores de esta última variable son susceptibles de diferir en función del modo de su recogida/obtención: momentos como solitarios paseos vespertinos o despertares de domingo en camas de poca densidad poblacional siempre arrojarán cifras más abultadas.
Considerando los anteriores indicadores como los más representativos en este último año y los que pueden llegar a condicionar todo el resto, pasamos a la previsión de una probable coyuntura futura del Sr. X. El número de proyectos y esperanzas totales va en consonancia con el de finales de otros años, mostrando la habitual reducción según avanza el tiempo. La probabilidad de consecución y satisfacción de ellos también experimenta un sensible decremento, que es habitualmente solapado inconscientemente con el fin de no afectar al devenir cotidiano. En términos generales, no se prevén cambios de ciclo ni variaciones sustanciales en nuestro sujeto.
En conclusión...