Tan lejos, tan cerca (parte enésima)
Dejo el coche en el aparcamiento del hipermercado porque voy a comprar mi vida, mi vida pasada a precio de hoy, porque ni los años ni la inflación perdonan. Es gris, por fuera. Es gris, luminoso, por dentro. Huele… como olería un futuro con todos los familiares muertos hace tiempo. Huele a fresco. A frío sano. A pan frío y tierno. A pescados frescos y fríos. Sanos. Muertos. No huele a goma de pelotas en bolsas de cuerdas, pero hay. Aún hay. Aunque son nuevas.
Llevo el carrito. Frío, también. Se deja llevar porque el suelo es liso. Es liso y limpio como si acabase de deshelarse. Como si las luces halógenas del techo fuesen enfriando y descongelando todo a la vez. Huele bien porque no huele. Se está bien porque hace frío. Se está bien porque no estoy. Y dejo esto porque me voy.
Llevo el carrito. Frío, también. Se deja llevar porque el suelo es liso. Es liso y limpio como si acabase de deshelarse. Como si las luces halógenas del techo fuesen enfriando y descongelando todo a la vez. Huele bien porque no huele. Se está bien porque hace frío. Se está bien porque no estoy. Y dejo esto porque me voy.
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