miércoles, septiembre 17, 2008

Sencillo

Soy un hombre. Siempre me gusta el color azul porque no soy ordenado.
A veces, como hoy, tengo sed. Me gustaría que el agua siempre fuese azul para pensar en todos los ojos azules y grises y verdes y claros cuando la bebiese.
Me gustan los dedos. Me gusta que sean finos y alargados. No me gustarían tanto si fuesen redondos o si no tuvieran huesos.
A veces pienso que la gente me gustaría más si fuese más delgada y alta, más etérea y frágil, como las figuras de El Greco, pero luego pienso que no.
Me gusta el azul y más cuando es gris. Y el gris cuando es azul.
Me gusta… (esto no lo leas).
A veces cojo menos de treinta pequeños símbolos y los ordeno y entonces escribo.

martes, septiembre 16, 2008

Oye...

¿Te gusta la ciudad? Llega a cansarme. ¿Te gusta que sea gris? Por supuesto, debe serlo. ¿Era todo mejor antes? No, solo lo parece. ¿Te gusto yo? Es difícil de saber. ¿Crees que realmente te desesperas a veces o es que necesitas creerte desesperado para no desesperarte? En realidad no me importa. ¿Carne o pescado? Depende del vino. ¿Te gusta que te dé las gracias de esta manera? Sí, hace que desee morderte fuerte en el cuello. ¿Por qué no usas camisas sin corbata? Por la misma razón por la que no me pongo una raya justo encima de la oreja. ¿Somos tan distintos? No. Sí. No sé. ¿Si cayera desde un precipicio te tirarías a salvarme? Sí, pero no te acerques mucho al borde, por favor. ¿Te crees mejor que el resto? Sabes que sí, no te burles de mí. ¿Aún tenemos tiempo? Nunca lo hemos tenido. ¿Por qué te gusta la velocidad? Suelo escapar, en general. ¿Te engañas a ti mismo? Al menos, lo intento. ¿Crees en Dios? Él cree en mí y con eso me basta. ¿Y le gustas? Pregúntaselo a él. ¿Le gustaré yo? Me gustas a mí y con eso debería bastarte. ¿Te gusto, entonces? Cállate un rato, anda.

El mar

El mar es a la playa lo que el viento a una vida mediocre en el interior de un patio en la gran ciudad. La última vez que me asomé a la espuma blanca se me saló el cuerpo por dentro y desde entonces tengo un regusto en el paladar de raíces mojadas y tierras minerales nocturnas.
En el mar no hay carpas porque son animales de espíritu pesado. En el mar sólo hay animales despreocupados, ligeros; las carpas no saben bailar y no soportarían ver a las sardinas, que están más en forma. Los animales marinos no tienen miedo a morir, porque saben de dónde vienen y de tanto moverse saben que no van a ningún lado.
Si se tirase una carpa en medio del mar, del siempre en movimiento mar, no iría de un lado a otro, sino que se partiría en pedazos que arrastrarían las corrientes, porque no es flexible, y las sardinas y peces voladores se reirían de la ridícula dignidad de su muerte. Quizá solo la llorase alguna provinciana en top-less desde la orilla.

jueves, septiembre 11, 2008

Tan lejos, tan cerca (parte enésima)

Dejo el coche en el aparcamiento del hipermercado porque voy a comprar mi vida, mi vida pasada a precio de hoy, porque ni los años ni la inflación perdonan. Es gris, por fuera. Es gris, luminoso, por dentro. Huele… como olería un futuro con todos los familiares muertos hace tiempo. Huele a fresco. A frío sano. A pan frío y tierno. A pescados frescos y fríos. Sanos. Muertos. No huele a goma de pelotas en bolsas de cuerdas, pero hay. Aún hay. Aunque son nuevas.
Llevo el carrito. Frío, también. Se deja llevar porque el suelo es liso. Es liso y limpio como si acabase de deshelarse. Como si las luces halógenas del techo fuesen enfriando y descongelando todo a la vez. Huele bien porque no huele. Se está bien porque hace frío. Se está bien porque no estoy. Y dejo esto porque me voy.