domingo, enero 06, 2008

Eterno retorno (Parte II)


Puede llegar un punto en que una persona comience a vivir su presente imaginando cómo habrá de recordarlo en un futuro lejano, lo cual le permitirá distinguir las cosas verdaderamente valiosas. Es también un modo de darle una segunda oportunidad al anciano sentado en una mecedora que seremos mientras vivimos la primera y, en realidad, única; echar el ancla en ese viejo, futuro, y mirarnos desde ahí. Aprovecharíamos el día y cogeríamos, vírgenes, las rosas, sin dejar de saber que la serpiente se esconde en la hierba y que la muerte es la reina del baile. No tendría que esperarse al último momento para darse cuenta de que no recordaremos notas de exámenes, palmadas en el hombro, incrementos salariales, herencias de desconocidos o turismos de cambio automático y sí sonrisas sinceras, miradas furtivas, cielos abiertos, noches eternas, dedos ansiosos, labios sumisos, zumos de naranja y cabellos inmóviles.

Lo que daría por volver a tener mi edad, que dijo aquél.