miércoles, septiembre 15, 2010

Viento corre en la explanada arrastrando papeles con sabor a perritos calientes comprados por niños en tarde lluviosa de domingo antes de meter libros en la mochila para el lunes. Viento en tarde de radio de coche con música de guitarras eléctricas en canciones lentas. Aceras azules con sabor a piedra manchada. Televisores en estancias casi sin luz y porteros automáticos a punto de sonar dos veces, familiarmente, sin riesgo de equivocación. Noche cayendo inexorablemente con olor a palomitas de cine abandonado. Barandillas rojas y solitarias en la entrada al garaje subterráneo. Kioscos abiertos, lúgubres como las gasolineras de las afueras en tormentas de truenos y relámpagos. Coches pasando con las luces encendidas, de uno en cero y de cero en uno, o cero. Gente todavía en el campo, en los pueblos. Gente entrando en la ciudad. Bolsas de quicos, de pipas. Patatas fritas y hielo. La cama a oscuras en la habitación sin luz, cerca y menos próxima. Escaleras y puertas de vecinos. Risas de niños dentro. Perros desorientados desde la ventana. Vídeos musicales. Miedo. Todas las certezas del mundo. Dos hermanos por la calle. Tableros de ajedrez en el mueble. Piscina a dos días del cierre veraniego, sin gente. Duchas mal cerradas. Frío y viento en las hojas. Hojas en el suelo. Luna temprana y sol lejano. Naranja y gris. Mesa con sillas en terraza de venta de carretera, con olor a asado y jazmín, a otoño. Estrellas tras cirros frágiles, neblinosas, inconstantes, pasadas. Mosquitos, pocos, entre vasos con refrescos y hierba mojada. Pelotas pequeñas de goma abandonadas entre setos descuidados, perdidas para siempre. Misa del domingo en la mañana lejana en el tiempo. Noches y más noches, como esta, con el mismo olor a muerte, a niños pequeños, a coches nuevos, a pinchos morunos, a periódicos y suplementos dominicales, a carencia de futuro y difuminación del pasado, a presente intemporal, irreal y febril. Pueblos con cuervos, murallas, cementerios, lluvia y silencio desde los cuales el retorno ya es completamente imposible. Finalmente, farolas a la altura de la ventana con luces intermitentes en la media noche, chasquidos del televisor apagado en la estancia contigua, sombras tras la puerta entornada. Silencio.

jueves, septiembre 02, 2010

A letter

A que no eres capaz de decirme de qué color es la ciudad cuando faltan minutos para que se apague la última farola de la mañana. Cuando los carritos de supermercado hacen equilibrios sobre el borde de la acera. Cuando los autobuses van vacíos y te sientas en la parte trasera, frente a un asiento con un periódico medio cayéndose. Cuando en la sala de espera de las estaciones solo hay dos o tres personas dormidas y acaso alguna mirando sin fijeza. Cuando las sombras se mueven despacio. Cuando el río tiene exactamente el mismo color que el cielo y que los edificios fríos. ¿Es verde? ¿Es azul? Es azul. Es azul como la sensación de cuerpo helado en la mañana cruzando una calle sin coches. Azul como sólo puede serlo un domingo de otoño tras una noche de verano. Total y decididamente azul, que elimina toda importancia del resto de días por vivir y tiñe los recuerdos con indiferencia. Once upon a time you looked so fine. Una vez te vestiste de domingo, de frío, de otoño, de ciudad aun no despierta por la que pasear la añoranza de otros días como este, con la certeza de que no será el último, pero sí uno de los últimos. En la cocina, platos vacíos, agua cristalina, cajas de cereales abiertos. En el porche, hojas. Los perros aun duermen. Los gatos siguen exactamente tan desconfiados como siempre. It is crazy what you could have had. No hay nada mejor que estar solo, observando la ausencia de colores de la mañana de un domingo de otoño, pensando en toda la gente que no sabe que estás ahí, solo, cruzando a metros de un paso de peatones en una calle sin tráfico, entre edificios altos, azules y fríos. Te invito a unos bollos en esa panadería que está a punto de abrir, sentados frente a la ventana viendo pasar al camión de los periódicos, mientras nadie a esta hora observa el río. Te invito a un paseo por el aparcamiento vacío de un hipermercado, antes de que abran las gasolineras. Te ofrezco todo lo que no tengo de esta ciudad, de estos edificios, de todas las líneas telefónicas y programas de radio. I heard you solemn-sweet pipes of the organ…

Over me. Con fluidez. Aquí vamos de nuevo. It pulls us near.