No habrá más junios
En serio, hoy había un montón de cacharros, juguetes, atracciones, colores… Podías subirte donde quisieras, y también había algodones de azúcar, manzanas de caramelo y muchas, muchas más chucherías. Ibas andando por la tierra, era todo una especie de arena, y las caravanas de los feriantes estaban en el exterior, con perros atados que te ladraban si te acercabas. Cuando salíamos ya estaba encima la luna, enorme, y llegaba un montón más de gente que entraría a ver y a montarse en lo que nosotros ya habíamos estado. Pero vi algo extraño justo antes de salir. Yo iba cogido de la mano y, al doblar una esquina, aún dentro del recinto, vi a un señor alto, joven, que me miraba fijo. Se parecía un poco a… No, de hecho, se parecía más a mí. Como si fuera yo dentro de un montón de años, ¿sabes? Estaba allí parado, con aire ausente, con un rostro muy triste que me llenó de espanto. Y no dejaba de mirarme. Era como si me dijese adiós con sus ojos. Como cuando se dice adiós a alguien a quien hace mucho, mucho tiempo que no ves y ya estás despidiéndote de nuevo de él antes de saludarle, quien sabe si para siempre. Me siento muy extraño, como si fuera a desaparecer de un momento a otro. Por cierto, ¿por qué hablo así si soy un niño?