La salamanquesa y la pantera
Siendo un niño observaba por la ventana, desde un fresco sillón amarillo, la pared del edificio de enfrente, a escasos metros. En esa pared se encontraba, día tras día, una salamanquesa de color tierra, inmóvil. Parecía procurar estar allí siempre lista para el momento en que, como cada tarde, regresase a mi sofá, junto a aquella ventana antigua con los marcos pintados de blanco. Recuerdo también haber visto una tarde, desde una ventana diferente del mismo piso, una enorme pantera de color negro, paseándose majestuosa, sin dejar de mirarme a los ojos, por los tejados de los edificios vecinos.
No creo que fueran reales.
Pero volverán algún día.