viernes, febrero 22, 2008

Doña Concepción

Doña Concepción estaba tan sola en el mundo que a veces tenía miedo de su gatito, que la miraba a través de blancos cementerios bajo soles matutinos. Doña Concepción se arrebujaba en sí misma contra el frío naciente de la mañana, que penetraba por las rendijas de su casa con una determinación como nunca había tenido con ella nadie. Doña Concepción -que así se llamaba la difunta- quería más a los niños de su calle que sus propias madres, porque no eran suyos y porque a ellas las odiaba. Y el gesto más valiente que se le recuerda es haber renunciado a alimentar, como acostumbraba, a las palomas desde unas semanas antes de su muerte.
La gente continúa pasando por la calle y los niños siguen jugando por las tardes en la acera ancha. La única diferencia es que ahora guardan un cuidado inconsciente para no golpear con la pelota la persiana echada ya por siempre.

Pikachu en las alturas o el bollycao de las cinco


Como dijo aquél, el siglo XX se va a dormir... Y nosotros permanecemos en esta extraña vigilia constante de medias lunas y medios días, tan cortos. No sé muy bien por qué la gente dice de otra gente que es simpática cuando nada más hablan de lo que les importa, y entonces la sonrisa no puede ser verdadera. Pero bueno, así están las cosas. Y las torres de oficinas siguen tan altas como siempre, y más azules, porque ya limpian los cristales; algo tendrá que ver el sol en todo esto. Dicen que desde arriba se ve la polución; yo no lo creo. Desde arriba se ven mejor los ojos de la gente, especialmente de aquellos que no reciclan. Desde arriba se ven los edificios más bajos, aquellos en los que trabaja gente menos seria y con corbatas más anchas. Desde arriba se cogen mejor los aviones, porque cuesta menos (ya estás a medio camino entre el suelo y alguno de tus yo mismos que han volado como el globo ganado en la feria anual por un niño de siete años).

Y no sé qué más, la verdad.

domingo, febrero 10, 2008

La memoria del atlante


Por qué siempre la tarde. Por qué cielos naranja. Dónde está quien los vio.
Este título...

domingo, febrero 03, 2008

La canción fría


Estaba confortablemente recostado en el sillón, los pies apoyados en la silla situada enfrente, mirando videoclips en la televisión mientras afuera llovía. Entraba un olor de tarde fresca de otoño de esas en que, si suena el teléfono, solo pueden ser buenas noticias; algo así como la llamada de un amigo que hace mucho tiempo que no llama. En fin. Que estaba mirando la televisión. Y comiendo patatas fritas con cocacola con hielo... También había por allí un trozo de tocino con sal encima de un pedazo de pan (de esos de corteza blanda). El tío miró por la ventana, vio que no se encendían las farolas aunque los coches ya llevasen las luces puestas, olió de nuevo la tarde y se puso a canturrear el himno de la champions a voz en grito. Se metió la mano por debajo de la camiseta, comprobó que estaba bueno, que llevaba ya el pelo un poco largo, que había que ir pensando en cambiar los pantalones cortos por el pijama porque no estaba ya el tiempo para piernas al aire y se dio cuenta de lo cómodo que es no estar enamorado.