domingo, marzo 12, 2006

Todo recto



Qué bonito que se pone el asfalto cuando empieza a llegar la primavera. Le dan a uno ganas de besarlo, de tumbarse sobre él sin camiseta, e incluso de ser gatito recién atropellado, pegado a la línea continua del arcén. De aspirar profundamente sus emanaciones humosas tras el paso de turismos y coches familiares, de sentir su calorcillo confortable y de, incluso, disfrutar ese olor pegajoso, sin el que los veranos no serían lo mismo, que supera con creces al mejor perfume que la madre naturaleza es capaz de poner en la más fragante de sus florecillas silvestres.
Su precioso color, con el que compite día a día el cielo sobre él, en vano... Hasta su nombre es bello: "Asfalto", que dan ganas de ponérselo a un hijo, o a dos.
Cuesta creer que sea obra del hombre.