Refugio

La idea de abandonarse resulta muchas veces atractiva. Dejar de estar bajo el sol, sin protección, allí donde la vida quema más. Acomodarse en un rincón y estarse muy quieto. Y observar.
Es agradable, entonces, dejarse acariciar por la indiferencia de lo que nos rodea. Ser espectadores de las guerras ajenas, sin que reparen en nuestra presencia. Conseguir que nada ya nos resulte útil, más que para su contemplación curiosa y distante.
Pese a que nos sintamos y sepamos seguros, ni siquiera esto es siempre suficiente. Nos podemos descubrir apartando también la mirada, alejándola del escenario, de las luces.
Llegado este momento, podemos pensar que hemos elegido. Pero no nos engañemos: siempre son descansos.