domingo, octubre 07, 2007

De profundis

Bajo la tarde de lluvia, la cafetería protege al hombre y su abrigo de cuello subido. Magdalena en mano, pregunta al café cómo es posible.

Entonces, ¿después no hay nada? No, nada. ¿Se acaba esto y ya está? Ahá. Pero... para siempre. Sí, para siempre. Nada, oscuro, con principio pero sin fin. Sí. Dios mío.

La magdalena le mira callada mientras, resignada, comienza a hundirse.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Yo leí una vez que Cristo dijo que viviésemos cada día como si fuera el último. Pues eso.

8/10/07 09:55  

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